A veces es el chef el que sale perfectamente preparado.

Era un trabajo que nunca imaginó tomar, en un país que no era el suyo. En su último día, no podía imaginar irse nunca.

La idea de trabajar en el extranjero había entrado en la mente de María Sánchez no hace mucho tiempo. Ella había crecido en un hogar tradicional en México, donde su madre y su abuela le transmitieron el amor por la cocina. “Siempre estaban en la cocina”, dice, “y me encantaba estar con ellas, verlas cocinar y reír con ellas”.

No fue hasta que terminó sus estudios en la Universidad que la cocina se convirtió en una carrera potencial. Pensó, ¿No sería un regalo compartir su amor por los platos preparados de forma ingeniosa y detallada?

“La vida misma fue la que me guio a la cocina”, explica. “Me fui de casa y viví sola, así que comencé a cocinar para mí y descubrí que era algo que podía hacer”.

Encontró la oportunidad de cocinar en un crucero, y durante nueve meses trabajó y navegó por los océanos, disfrutando de la sensación de aventura y la oportunidad de hacer lo que amaba. Cuando regresó a casa, buscó otra oportunidad, pero nada parecía correcto. Quería algo que la ayudara a crecer y llevarla en direcciones nuevas y diferentes.

Fue entonces cuando un amigo le contó a María sobre la Sociedad Mexicana de Gastronomía, una organización en México que ayuda a los aspirantes a profesionales culinarios a encontrar oportunidades en el extranjero. María envió su currículum, sin esperar que pronto se encontraría en Miami, entrando en un elegante restaurante de gran prestigio llamado Le Zoo y en los brazos de una cálida y acogedora segunda familia.

O que encontraría en el chef Julián de Le Zoo un mentor que cambiaría su vida.

Julián es jefe de cocina en Le Zoo, un exclusivo restaurante francés en el moderno distrito de Bal Harbour de Miami. Originario de Yorkshire, Inglaterra, comenzó su carrera a mediados de la década de 1990. Un amigo que trabajaba en un hotel en Maine sugirió que Julián viniera a Estados Unidos y trabajara durante el verano con una visa J-1. Esa experiencia despertó un amor por los viajes que lo llevó a Italia, España y Francia, y finalmente regresó a los Estados Unidos a principios de la década de 2000. Hoy él cree firmemente que la visa J-1 cambió su vida. Durante su carrera, el chef Julián había conocido a muchos aprendices y pasantes capaces, pero nunca se había encargado del desarrollo profesional de otro titular de J-1, hasta que llegó María.

El entusiasmo de María por el trabajo llamó la atención del chef Julián desde el primer día. “Su potencial fue instantáneamente reconocible”, dice. “La forma en que se presentó, cómo se puso su uniforme, sabía que quería estar allí y sabía que quería trabajar y aprender”.

Vio en María un reflejo de sus propios comienzos como chef.

El chef Julián rápidamente le dio a María más y más responsabilidades y ella siempre lo impresionó. “Ella es una de las mejores profesionales con las que he trabajado, superó todas las expectativas y elevó los estándares para los aprendices futuros”.

María estaba nerviosa al principio, pero Miami la sorprendió. Fue mucho más acogedor de lo que esperaba, una gran mezcla de culturas y personas de diferentes países de habla hispana. “Me sentí como en casa”, explica María, “aunque era Estados Unidos, me resultaba muy familiar”.

“Siempre nos reíamos, era maravilloso, como un trabajo soñado, nunca tuve un mal día, siempre quería ir a trabajar”.

Gracias a su pasión por las artes culinarias y a las habilidades que aprendió del chef Julián, María planea abrir su propio restaurante en unos años, ya sea en su ciudad natal o en el pueblo donde fue a la universidad.

“Amo a México y extrañaba a mi familia”, dice María. “Pero lloré todos los días en la última semana de trabajo”, dice María. “Sabía que extrañaría al chef Julián y a todos mis amigos”. El último día fue muy difícil: la fiesta sorpresa, el regalo de un libro de cocina estadounidense, el plato firmado por todos en Le Zoo.

La foto que ves arriba captura la despedida de María y el chef Julián y sus lágrimas de tristeza y aprecio.

Pero lo que la foto no captura es el futuro para el que María está preparada gracias a su visa J-1 y al Chef Julián.

“Le dimos a Maria un regalo de despedida, pero ella me dio uno a mí”, dice el chef Julián, dijo “gracias por creer en mí”.

Autor: Theo Kitchen

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